Imagine una noche entre amigos, en la que usted y los que le rodean están inmersos en las mismas luces, iluminados por los mismos colores. Los sonidos envuelven las historias y los discursos que se suceden. El tiempo se congela, hay una armonía poco común para que todos dirijan y puedan hacer oír su voz. Así, en la tranquilidad de la noche, cuando las estrellas centellean como secretos intercambiados entre amigos, Alex Cross rasguea su guitarra, tejiendo un tapiz de recuerdos. Las cuerdas resuenan, haciendo eco de risas y confidencias susurradas. El aire está cargado de expectación, como si el propio tiempo contuviera la respiración. Porque en esta canción no sólo encontramos música, sino la esencia de estar vivo.