Como un rompecabezas críptico, el álbum despliega su enigma a través de notas musicales: en el silencio del amanecer, donde las sombras besan las calles empedradas, comienza “Crosswords”. La primera pista: un acorde menor, marcado por la curiosidad. Los músicos entran en la parrilla, sus voces musicales se entrelazan a través de los pentagramas. A través y hacia abajo, la melodía se despliega, un laberinto de preguntas y respuestas. Cada nota, una letra grabada con anhelo.

Los cuadrados crípticos guardan secretos: el sabor de la lluvia en los labios resecos, el eco de los pasos que se desvanecen en la memoria. Y allí, en la plaza central, se encuentra el corazón de todo, un enigma susurrado por el viento. “¿Qué es la vida sino un crucigrama?”

Las pistas están en las risas compartidas, en las lágrimas no derramadas. Y a medida que el sol sube, los crucigramas se acercan a su fin.

Es una sinfonía de intersecciones, un puente entre almas, una danza de tinta y aire. Así que escucha con atención y traza las líneas con el corazón. Porque en estas notas encontrarás tu propio crucigrama, el mapa de tu existencia.

Que la música de “Crosswords” le guíe por el laberinto de la vida, baile con nosotros sobre la cuadrícula de la existencia, revele respuestas ocultas y se haga eco de la búsqueda universal de sentido.